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Existe el sur

El formato monumental supone para el artista un desafío estético, técnico y conceptual. Implica además, la creación de un juego inquietante y perceptual que le pide llevar a extremos la maestría de su labor y a pensar delicadamente en la materia prima de la obra en pos de un resultado que trascienda el lienzo, el formato y el tiempo. Estas difíciles condiciones sólo pueden ser abrazadas por artistas verdaderos que, sospechamos, saben sonreir ante la adversidad con la misma entereza con la cual lo hacía Marco Bustamante en las interminables horas que le tomó llevar a buen puerto el mural titulado El sur existe.

La obra que nos ocupa es, en esencia, un homenaje a los dos eventos que fundaron el México moderno: La lucha por la independencia de España en el siglo XIX y el conflicto bélico de principios del siglo XX. Temáticas que se han repetido en muy diversas ocasiones desde distintas aproximaciones pictóricas y cuyo referente histórico más importante lo constituyen las obras producidas por los grandes muralistas mexicanos. Para Bustamante, sin embargo, el hecho de que estos dos sucesos sean un lugar común en la idiosincracia artística de México no supuso una limitante conceptual sino más bien la posibilidad de reimaginar estos dos grandes temas a partir de su muy particular punto de vista artístico, recurriendo, como es habitual en su obra, al uso de elementos figurativos que en esta ocasión han tejido un relato visual enigmático pero consistente.

Nuestra mirada inicia el recorrido por el mural a partir de la descripción pictórica de seres imbuidos de una vida plena y casi espiritual y que habitan una zona bien definida del imaginario colectivo contemporáneo. Íconos perfectos confeccionados a través de un hiperrealismo impecable de sobriedad técnica, precisión óptica y maestría cromática que parecen de pronto respirar hacia el interior del lienzo y con los cuales el autor se mantiene fiel a su interés personal de confrontar al espectador con la otredad que suponen los de abajo, los outsiders. Figuras, sin embargo, arquetípicas a través de las cuales, Bustamante nos lega un testimonio permanente del sur de México, territorio profundo y de temple inagotable y que, por inercia y hastío, ha sido relegado al traspatio del desarrollo económico y social del país.

En el área visual más lejana, el fondo de la composición, el artista nos comparte sin ambigüedades, su apreciación personal de los personajes emblemáticos de la historia de la nación. Es por ello que éstos han sido interpretados en el lienzo cual si fueran láminas de anuncios comerciales en franco proceso de destrucción: viejos, oxidados, desvaneciéndose poco a poco a través de los años pero todavía en espera de ser llamados para el discurso de ocasión o para ser el motivo de un acto cívico intrascendente. Aún así, su papel histórico es innegable y por eso su tamaño en la composición los reviste de una importancia dignificante.

Finalmente, la alegoría pictórica del mural se completa al permitir que un sin fin de lajas de cantera verde, material propio de la región, constituyan el elemento que en un sentido cromático, conceptual y estructural enmarca tanto a personajes históricos como a contemporáneos. El resultado es una obra cuyo discurso visual ha sido logrado con acierto y aplomo y en el cual cada elemento habita su justo lugar y tiempo. Una composición airada y vasta donde nada falta y nada sobra.

Al final y mientras nos detenemos con la mirada en algún detalle del mural El sur existe, somos presos de un sentimiento de certeza: Marco Bustamante nos ha obsequiado una magna sinfonía pictórica rebosante de parsimonía estética y pasión artística. Una curaduría íntima y sobria de personajes enigmáticos, producto evidente de interminables horas de trabajo de manos prodigiosas con el pincel. Un universo que supone un punto de partida para la reflexión ontológica personal al sembrar en nosotros una idea que intriga y desconcierta: Quizás nosotros, como los personajes del mural, somos también piezas de dimensiones inciertas en un juego onírico propio de un creador invisible pero real y eterno.

Javier Rosas Herrera. Oaxaca de Juárez. Marzo de 2011